Está claro que la infancia de algunos genera un poco de nostalgia, aunque para algunos no lo es. La inocencia de ser niño y crecer y asumir que todo lo que nos cuentan es completamente cierto es lo que nos hizo niños. Así como para algunos la infancia fue un lugar hermoso con recuerdos increíbles, para otros son heridas de infancia.
De cierta manera, las experiencias que tuviste a lo largo de tu vida determinan cómo educarás a tus hijos. La infancia de cada persona determina la personalidad, el estilo de educación que asume como padre o madre. Absolutamente todas las experiencias, tanto positivas como negativas, son las que te convierten en la persona que eres ahora. Ambos en mayor o menor medida, y esto determinará cómo vas a criar a tus hijos.
¿Por qué educamos como lo hacemos?
Los errores más difundidos, los conceptos erróneos, de los padres se aplican en la educación de los niños.
- “Mis hijos tendrán todo lo que yo nunca tuve”
Esta idea es bastante común entre las personas que tuvieron problemas económicos cuando eran niños, no podían tener los mismos juguetes que sus compañeros de clase o vestirse de la misma manera, y se sentían despreciados o inferiores por eso. Por eso, a medida que crecen, tienden a jurarse a sí mismos que sus hijos nunca pasarán por la misma experiencia, pero que tendrán todo lo que ellos nunca tuvieron.
Ciertamente no hay nada de malo en comprar juguetes, ropa y lo que sea para sus hijos. Sin embargo, estos padres suelen cometer el error de pensar que todos estos objetos son suficientes para hacer felices a sus hijos. Sin embargo, eso no es verdad. Muchos juguetes anestesian a los niños. Más importante que las posesiones materiales es que los niños pasen tiempo de calidad con sus padres y, sobre todo, que aprendan que son únicos y que no necesitan tener las mismas posesiones materiales que los demás para ser felices. Esta es la única forma de criar a un niño seguro de sí mismo que sabe lo que quiere y no está dispuesto a seguir a los demás sin pensar.
- «Nunca les haré eso a mis hijos».
Hay personas todavía atormentadas por traumas de la infancia. Tal vez fue el día que sus padres los avergonzaron frente a sus compañeros, o cuando no les compraron ese juguete soñado, o cuando optaron por cambiar de ciudad y escuela sin consultarlos. Este evento dejó una cicatriz tan grande y profunda en la persona, suficiente para asegurar que nunca haría algo así con sus hijos.
El problema es que estos padres planifican su estrategia educativa basándose únicamente en lo que no se debe hacer, tomando como modelo un trauma infantil que nunca superan. Normalmente este estilo educativo acaba dejando mucha libertad al niño, ya que, por miedo a hacerle daño, los padres no establecen reglas y se hacen amigos de su hijo. Obviamente, no tiene nada de malo que los padres establezcan una relación con sus hijos basada en la amistad y la confianza, pero no deben olvidar que las reglas y normas son esenciales para dar sentido al mundo de los niños. Cuando un niño crece sin reglas, nunca sabrá qué se espera de él y aumentan las posibilidades de desarrollar comportamientos difíciles.
- «Si fue suficiente para mí, también lo será para mis hijos«
Muchos padres tienden a pensar que deben replicar las condiciones en las que crecieron. Suelen ser personas que piensan que el carácter de los niños se forja con la experimentación, y cuanto más duro, mejor. Estos padres imponen una crianza autoritaria, marcada por limitaciones y reglas estrictas, convirtiendo la casa en un cuartel militar.
Por supuesto, las normas son importantes para garantizar la convivencia familiar, pero también es necesario que los niños sean libres y desarrollen su independencia y autonomía. Además, no debemos olvidar que cada persona es diferente y, por tanto, unas pautas educativas que funcionan para unos pueden resultar ineficaces para otros. Al mismo tiempo, es importante recordar que las condiciones sociales han cambiado, lo que significa que lo que era normal hace apenas unas décadas ahora puede ser anacrónico e incluso dañino para los niños.
- “Mis hijos harán todo lo que yo no puedo” Esta idea es común entre aquellos que no fueron apoyados por sus padres quienes los obligaron a hacer algo que no querían hacer. Como resultado, creen que han perdido la «oportunidad de su vida» y no han pasado la página, pero siguen acumulando frustración y resentimiento. Por ello, buscan una segunda oportunidad a través de sus hijos y los animan desde pequeños a hacer cosas que les gustan, inscribiéndolos en actividades extraescolares que sólo interesan a los padres, no a los niños.
El niño definitivamente puede tener algo de potencial y talento en un área específica, pero puede no estar interesado ni apasionado por otra cosa. Insistir en este sentido es cometer el mismo error que los padres, pero sin darse cuenta. Cada niño es único, y el papel de los padres es guiarlos para que descubran sus fortalezas y pasiones, pero deben ser ellos quienes decidan qué dirección tomar. Decidir en cambio significa aprovechar una oportunidad.
- “Nunca dejaré que nada malo les pase a mis hijos”
Los padres que tuvieron malas experiencias en la infancia tienden a desarrollar un estilo de crianza sobreprotector. Comprensiblemente, creen que el mundo es un lugar hostil y necesitan proteger a sus hijos. No quieren que sus hijos tengan las mismas experiencias y tienden a eliminar todos los obstáculos en su camino para asegurarse de que tengan una infancia idílica.
Obviamente, no debemos traumatizar a los niños ni exponerlos a riesgos innecesarios, pero tampoco debemos olvidar que la resiliencia solo se desarrolla en situaciones difíciles. Esto significa que cuando hay un problema, en lugar de ocultarlo y solucionarlo, los padres deben alentar al niño a encontrar soluciones y tomar decisiones. Este es el mejor regalo que les puedes hacer, porque les da las herramientas psicológicas que necesitan para afrontar los desafíos de la vida, que probablemente serán muchos y de los que no siempre podrás protegerlos.